1. Lenguaje y comunicación
El lenguaje es una actividad
comunicativa, cognitiva y reflexiva para integrarse y acceder al conocimiento
de otras culturas, interactuar en sociedad y aprender; se usa para establecer
relaciones interpersonales, expresar sensaciones, emociones, sentimientos y deseos;
intercambiar, confrontar, defender y proponer ideas y opiniones, y valorar las
de otros; obtener y dar información diversa, y tratar de convencer a otros. Con
el lenguaje, el ser humano representa el mundo que le rodea, participa en la
construcción del conocimiento, organiza su pensamiento, desarrolla la creatividad
y la imaginación, y reflexiona sobre la creación discursiva e intelectual
propia y la de otros.
Conforme avanzan en su desarrollo
y aprenden a hablar, las niñas y los niños construyen frases y oraciones cada
vez más completas y complejas, incorporan más palabras a su léxico y logran
apropiarse de las formas y normas de construcción sintáctica en los distintos
contextos de uso del habla: conversación con la familia sobre un suceso
importante u otros eventos; en los momentos de juego; al escuchar la lectura de
cuentos; durante una fiesta, etc. Entre las condiciones que posibilitan esta
evolución está el hecho de encontrarse inmersos en un grupo cultural; usan el
lenguaje de esa cultura en las actividades y relaciones en las que se
involucran; las personas con quienes conviven cotidianamente tienen
expectativas de que aprendan el lenguaje que usan, los retroalimentan para
entenderse y los apoyan para comunicarse.
Los pequeños enriquecen su
lenguaje e identifican sus funciones y características en la medida en que
tienen variadas oportunidades de comunicación verbal; cuando participan en
diversos eventos comunicativos en que hablan de sus experiencias, sus ideas y
de lo que conocen; cuando escuchan y atienden lo que otros dicen, aprenden a
interactuar y se dan cuenta de que el lenguaje permite satisfacer necesidades
tanto personales como sociales. Los avances en el dominio del lenguaje oral no
dependen sólo de la posibilidad de expresarse oralmente, sino también de la
escucha, entendida como un proceso activo de construcción de significados.
Aprender a escuchar ayuda a afianzar ideas y a comprender conceptos.
La incorporación a la escuela
implica usar un lenguaje con un nivel de generalidad más amplio y referentes
distintos a los del ámbito familiar; proporciona a las niñas y los niños oportunidades
para tener un vocabulario cada vez más preciso, extenso y rico en significados,
y los enfrenta a un mayor número y variedad de interlocutores. Por ello, la escuela
se convierte en un espacio propicio para el aprendizaje de nuevas formas de
comunicación, donde se pasa de un lenguaje de situación –ligado a la
experiencia inmediata– a un lenguaje de evocación de acontecimientos pasados,
reales o imaginarios. Visto así, el progreso en el dominio del lenguaje oral
significa que las niñas y los niños logren estructurar enunciados más largos y
mejor articulados, y potencien sus capacidades de comprensión y reflexión sobre
lo que dicen, cómo lo dicen y para qué lo dicen. Expresarse por medio de la
palabra es una necesidad para ellos y es tarea de la escuela crear
oportunidades para que hablen, aprendan a utilizar nuevas palabras y expresiones,
y logren construir ideas más completas y coherentes, así como ampliar su capacidad
de escucha.
La educadora debe tener presente
que quienes ingresan al primer grado de preescolar están por cumplir o tienen
tres años de edad y que, mientras más pequeños, las diferencias son más
notorias y significativas, y las herramientas lingüísticas pueden parecer
limitadas. Hay niñas y niños que cuando inician su educación preescolar tienen formas
de hablar que son comprensibles sólo para sus familias (o la gente que se encarga
de su cuidado) o señalan los objetos que desean en lugar de usar la expresión verbal.
Para enriquecer su lenguaje, los más pequeños requieren oportunidades de hablar
y escuchar en intercambios directos con la educadora; los cantos, las rimas, los
juegos, los cuentos son elementos no sólo muy atractivos sino adecuados para
las primeras experiencias escolares (esto es válido para niños pequeños y
también para quienes han tenido pocas oportunidades en sus ambientes
familiares).
Las capacidades de habla y
escucha de los alumnos se fortalecen cuando se tienen múltiples oportunidades
de participar en situaciones en las que hacen uso de la palabra con diversas
intenciones:
- Narrar un suceso, una historia, un hecho real o inventado, incluyendo descripciones de objetos, personas, lugares y expresiones de tiempo, dando una idea lo más fiel y detallada posible. La práctica de la narración oral se relaciona con la observación, la memoria, la atención, la imaginación, la creatividad, el uso de vocabulario preciso y el ordenamiento verbal de las secuencias.
- Conversar y dialogar implican comprensión, alternancia en las intervenciones, formulación de preguntas precisas y respuestas coherentes, así como retroalimentación a lo que se dice, ya que de esta manera se propicia el interés, el intercambio entre quienes participan y el desarrollo de la expresión.
- Explicar las ideas o el conocimiento que se tiene acerca de algo en particular, los pasos a seguir en un juego o experimento, las opiniones personales sobre un hecho natural, tema o problema, es una práctica que implica el razonamiento y la búsqueda de expresiones que permitan dar a conocer y demostrar lo que se piensa, los acuerdos y desacuerdos que se tienen con las ideas de otros, o las conclusiones que derivan de una experiencia; además, son el antecedente de la argumentación.
La participación de las niñas y
los niños en situaciones en que hacen uso de estas formas de expresión oral con
propósitos y destinatarios diversos es un recurso para que cada vez se
desempeñen mejor al hablar y escuchar, y tiene un efecto importante en el desarrollo
emocional, porque les permite adquirir mayor confianza y seguridad en sí mismos
e integrarse a los distintos grupos sociales en que participan. Estos procesos son
válidos para el trabajo educativo con todas las niñas y todos los niños,
independientemente de la lengua materna que hablen (sea lengua indígena o
español).
Por estas razones, el uso del
lenguaje, en particular del lenguaje oral, tiene la más alta prioridad en la
educación preescolar.
Además de los usos del lenguaje
oral, se requiere favorecer la incorporación a la cultura escrita a partir de
situaciones que impliquen la necesidad de expresión e interpretación de
diversos textos.
Como sucede con el lenguaje oral, las niñas y los niños llegan a preescolar con ciertos conocimientos sobre el lenguaje escrito que han adquirido en el ambiente en que se desenvuelven (por los medios de comunicación, las experiencias de observar e inferir los mensajes en los medios impresos, y su contacto con los textos en el ámbito familiar); saben que las marcas gráficas dicen algo –tienen significado– y son capaces de interpretar las imágenes que acompañan a los textos; asimismo, tienen algunas ideas sobre las funciones del lenguaje escrito (contar o narrar, recordar, enviar mensajes o anunciar sucesos o productos); esto lo han aprendido al presenciar o intervenir en diferentes actos de lectura y escritura, como escuchar a otros, leer en voz alta, observar a alguien mientras lee en silencio o escribe, o escuchar cuando alguien comenta sobre algo que ha leído. Además, aunque no sepan leer y escribir como las personas alfabetizadas, intentan representar sus ideas por medio de diversas formas gráficas y hablan sobre lo que anotan y lo que “creen que está escrito” en un texto.
La interacción de los pequeños
con los textos fomenta su interés por conocer su contenido y es un excelente
recurso para que aprendan a encontrarle sentido al proceso de lectura, incluso
antes de saber leer de forma autónoma.
Escuchar la lectura de textos y
observar cómo y para qué escriben la maestra y otros adultos, jugar con el
lenguaje para descubrir semejanzas y diferencias sonoras, reconocer que es
diferente solicitar un permiso de manera oral que hacerlo por escrito, intentar
leer y escribir a partir de los conocimientos previamente construidos sobre el sistema
de escritura, son actividades en que las niñas y los niños practican sus
capacidades cognitivas para avanzar en la comprensión de los significados y
usos del lenguaje escrito, y aprender a leer y a escribir.
Experiencias como utilizar el
nombre propio para marcar sus pertenencias o registrar su asistencia; llevar
control de fechas importantes o de horarios de actividades escolares o
extraescolares en el calendario; dictar a la maestra un listado de palabras de
lo que se requiere para organizar alguna actividad, los ingredientes de una
receta de cocina y el procedimiento de preparación; elaborar en grupo una
historia para que la escriba la maestra y la revisen todos permite a las niñas y
los niños descubrir algunas de las características y funciones de la lengua
escrita. Al participar en situaciones en las que interpretan y producen textos,
no sólo aprenden acerca de su uso funcional, sino también disfrutan de su
función expresiva, ya que al escuchar la lectura de textos literarios o al
escribir con la ayuda de la maestra expresan sus sentimientos y emociones, y se
trasladan a otros tiempos y lugares haciendo uso de su imaginación y
creatividad.
El proceso de escribir es
reflexivo, de organización, producción y representación de ideas, así que las
niñas y los niños aprenden a escribir escribiendo para destinatarios reales;
compartir con los demás lo que se escribe es una condición importante que les
ayuda a aprender. Hacen intentos de escritura como pueden o saben, mediante
dibujos y marcas parecidas a las letras, o letras propiamente; estos intentos
representan pasos fundamentales en el proceso de apropiación del lenguaje
escrito.
De acuerdo con los planteamientos
anteriores, es necesario destacar que en la educación preescolar no se trata de
que las educadoras tengan la responsabilidad de enseñar a sus alumnos a leer y
a escribir de manera convencional, pero sí de que durante este trayecto
formativo tengan numerosas y variadas oportunidades de familiarizarse con diversos
materiales impresos, para que comprendan algunas de las características y
funciones del lenguaje escrito y del sistema de escritura. Aunque es posible
que mediante el trabajo que se desarrolle con base en las orientaciones de este
campo formativo algunos empiecen a leer y escribir –lo cual representa un logro
importante–, no significa que deba ser exigencia para todos los alumnos en esta
etapa de su escolaridad, porque es un largo proceso y, si se trata de que las niñas
y los niños lo vivan comprensivamente, no hay razón ni fundamento para
presionarlos.
Esta familiarización también se
favorece con oportunidades para que las niñas y los niños vayan adquiriendo
progresivamente elementos para comprender cómo es y funciona el sistema de
escritura; para saber que se escribe de izquierda a derecha hay que usar
textos, mas no limitarse a ejercitar el trazo. En estas oportunidades es necesario
trascender el “muy bien” que suele decirse a los alumnos cuando hacen trazos para
escribir, y el “hazlo como puedas”, sin más intervención; es conveniente que escriban
como puedan, lo que no es adecuado es que la intervención docente se limite a
decírselos. Para avanzar y llegar a comprender que se necesita cierta secuencia
de letras para escribir alguna palabra (si alteramos esas letras, entonces dirá
otra cosa), la intervención de la maestra es crucial: hay que poner atención en
cómo escriben sus alumnos, darles oportunidades y tiempo para que observen
palabras escritas, y decidan y expliquen cuántas y cuáles letras necesitan para
escribir (por ejemplo, en un listado, entre otras cosas).
Como prioridad en la educación
preescolar, el uso del lenguaje para favorecer las competencias comunicativas
en las niñas y los niños debe estar presente como parte del trabajo específico
e intencionado en este campo formativo, pero también en todas las actividades
escolares. De acuerdo con las competencias propuestas en este campo, siempre
habrá oportunidades para promover la comunicación en el grupo.
Este campo formativo se organiza
en dos aspectos: Lenguaje oral y Lenguaje escrito. A continuación se presentan
las competencias y los aprendizajes que se pretende logren las niñas y los
niños en cada aspecto mencionado.
Bibliografía
SEP (2011). Programa de Estudio 2011.Guia para la Educadora. Educación Básica Preescolar. Primera edición. México, D.F.
Lenguaje y comunicación
Bibliografía
SEP (2011). Programa de Estudio 2011.Guia para la Educadora. Educación Básica Preescolar. Primera edición. México, D.F.
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